Cíclicamente arrecia la campaña contra las subvenciones a la cultura. Y esa mala prensa favorece que en tiempos difíciles la tijera presupuestaria entre a saco en los departamentos de Cultura. Si a esta crisis general se agrega también una crisis particular, como la que sufre el modelo de explotación comercial de la música o el cine (¿y el libro?) debido a las nuevas tecnologías, el resultado es pavoroso. Disminuyen los conciertos, encogen los circuitos teatrales y menguan las exposiciones ambiciosas. También ha ocurrido con la venta de coches o la construcción de casas, pero en tales casos la administración ha recorrido el camino inverso: poner en marcha líneas de ayudas para incentivar la compra de automóviles e inventarse medidas (Plan E) para absorber la mano de obra desocupada por la hecatombe inmobiliaria.
"Es un clásico. La cultura carga con el sambenito de ser un sector subvencionado, cuando las ayudas son escuetas y limitadas", afirma Carlos Alberdi, director de Relaciones Culturales y Científicas de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECID).
¿Qué pasaría sin fondos públicos? El cineasta y escritor David Trueba lo tiene claro: "Si no fuera por el Estado hace mucho tiempo que el Museo del Prado habría sido abandonado a las ratas, la catedral de Burgos hoy sería un conjunto de adosados y el acueducto de Segovia, un intercambiador de autobuses", escribía en este diario el pasado 3 de octubre.
Sin ayudas Alberdi cree que el cine español estaría "tiritando" y "en manos de las majors". Se apoya en datos: "El fondo de cinematografía es de 90 millones, un poquito por debajo del gasto público en teatros líricos, y es el producto cultural más duradero. Aún hoy estamos viendo películas de Buster Keaton de los años veinte. Tiene una perdurabilidad enorme".
"Se moriría", afirma escueto el director general del Libro, Archivos y Bibliotecas, Rogelio Blanco. Toma resuello para la carrerilla y dispara: "Esta crítica se da porque creemos que la cultura es gasto y no inversión, cuando produce empleo y riqueza como cualquier otro [sector]. Y si hablamos de inmaterialidad, la imagen de España viene singularizada por la cultura y se llama Picasso, Cervantes o Goya". A quien sólo mire el bolsillo le lanza: "Los retornos en el libro se dan por mil, mientras que en otros sectores son por cien".
El sector editorial recibe al año cinco millones de euros del Ministerio de Cultura. Una ridiculez comparada con su peso económico: el libro es el décimo producto más exportado de España, que es la cuarta potencia mundial. "Y no damos ayudas muertas, son compras de ejemplares para bibliotecas", precisa Blanco, que recuerda que la pujanza del ramo ha alimentado prósperos negocios mediáticos y se ha internacionalizado como nadie (200 empresas tienen negocios en el exterior). "En mi sector siembras un euro y nace una flor", dice en un arrebato casi místico.
Al margen de la rentabilidad económica, los del gremio inciden sobre la rentabilidad inmaterial. ¿O alguien pide que den beneficios los colegios? "El Estado debe contribuir a la mejora de las infraestructuras que eleven el nivel de formación del país", plantea la directora del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), Consuelo Ciscar.
Aún siendo "manifiestamente mejorable", Carlos Alberdi defiende el modelo latino frente al anglosajón. "Prefiero que unos burócratas más o menos ilustrados distribuyan el dinero a un señor que da un montón de dinero y se quita de pagar impuestos. En el modelo anglosajón la cultura está más controlada por grupos poderosos, aquí es un poco más democrático", sostiene. Rogelio Blanco invierte la pregunta: "Comparemos los resultados. ¿Es la producción cultural francesa, inglesa o española de menor calidad que la americana apoyada por fondos privados?". "Si hay, corríjanse los clientelismos, pero ni más ni menos que en otros sectores", añade. Para favorecer la neutralidad, en Cataluña se ha reforzado el papel del Consejo de la Cultura y de las Artes, que valora las peticiones y propone las subvenciones.
Porque el clientelismo es un efecto perverso del modelo latino. El poder detesta la crítica y ama la adulación. Sucumbe en ocasiones a la tentación de financiar propaganda, de primar lo ideológicamente afín o de tomar decisiones arbitrarias. ¿Algunos ejemplos polémicos?
El anterior Gobierno vasco (PNV-EA-EB) subvencionó al acordeonista Kepa Junkera con 700.000 euros (470.000 euros salían de las arcas de Asuntos Sociales) para un proyecto intercultural que contemplaba tres discos, a partir de la grabación de músicos de otros países de temas en euskera. Unos 250 artistas denunciaron que el dinero triplicaba todo el presupuesto anual destinado por Cultura para músicos vascos.
La Diputación de Castellón, en manos de Carlos Fabra (PP), financió en 2008 la edición de un libro que ensalzaba a Franco. La ayuda consistió en pagar un millar de ejemplares de la obra España, sueño imposible en la que se podía leer que el dictador se sublevó para "dar a España un régimen de justicia, paz, orden y armonía". En el prólogo, Fabra elogiaba la obra como "total, ambiciosa y concluyente".
Sangre de mayo, la película que rodó José Luis Garci sobre el levantamiento madrileño contra la ocupación francesa, gozó del mayor respaldo público recibido nunca por una película en España: 15 millones de euros de la Comunidad de Madrid (PP). Su paso por la cartelera fue fugaz.
Sin duda, la mayor polémica del actual Gobierno socialista en materia de financiación cultural ha sido la cúpula de una sala de la ONU en Ginebra, pintada por Miquel Barceló, que costó 20 millones de euros, aportados por una fundación constituida por el Ministerio de Asuntos Exteriores y empresas privadas.
¿Es mejor entonces el modelo anglosajón? "En ese modelo se depende de la voluntad de individuos cuyos criterios no son científicos", precisa Bartomeu Marí, director del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba). "Todos los modelos tienen sus deficiencias. Si en el público puede ser el clientelismo, en el privado lo es el caprichismo. Bill Gates hace lo que le da la gana con su dinero", sostiene Borja Baselga, director de la Fundación Banco Santander. La institución vive de los dividendos de acciones del Banco Santander. Para este año manejan un presupuesto de nueve millones de euros. Se benefician de las ventajas fiscales de cualquier fundación, pero los estímulos españoles para favorecer la inversión privada en arte y cultura están lejos de los aplicados en Francia, un país donde la inversión pública en cultura es sagrada.
En España, el sector ha reclamado a menudo una potente ley del mecenazgo, que mejore los incentivos fiscales. Pero Baselga también pide otra cosa que no puede regularse en el Congreso: un cambio cultural hacia el patrocinador. "Nos da como pudor y vergüenza el agradecimiento público hacia el patrocinador. En los museos de Estados Unidos hay salas que llevan el nombre del patrocinador, aquí hay casos en los que colocan una mini plaquita escondida casi junto a la escalera de incendios", compara.
El afán por esconder cosas parece muy arraigado en el ámbito cultural. Consuelo Ciscar, al frente del IVAM desde hace seis años, se queja de la opacidad con que se distribuyen fondos públicos: "No sabemos el criterio con el que se reparte, si es por programación, por colección, por el esfuerzo en presentar arte español". Yendo al grano: "Tenemos más proyección exterior y somos más importantes que el Macba, contra el que no tengo nada, sólo un agravio comparativo". El IVAM percibirá este año del Ministerio de Cultura para apoyo a la programación 250.000 euros, mientras que el Macba dispondrá de 1.800.000 euros. "Si es porque el Ministerio está en el Patronato del Macba, hace más de tres años que le estamos pidiendo que esté en el nuestro", expone.
No quiere Bartomeu Marí, director del Macba, polemizar al respecto: "Que Consuelo Ciscar se queje de que el Ministerio de Cultura participe en mayor medida que en el suyo nos deja indiferentes". El Macba tiene este año un presupuesto de 13 millones de euros. Todos, excepto dos millones de ingresos propios generados por la venta de entradas, catálogos o alquileres, dependen de presupuestos públicos. Así que han notado la tijera. Hace dos años disponían de 14 millones.
El Macba se aprieta el cinturón, pero no desaparece de la escena, a diferencia de lo que puede ocurrir con las programaciones culturales de pueblos y ciudades pequeñas, donde las iniciativas dependen de ayuntamientos, diputaciones y autonomías con cuentas agujereadas. En la Comunidad Valenciana, el gremio teatral se está movilizando contra la Generalitat por los recortes para financiar un circuito escénico que beneficiaba a 63 localidades.
La inseguridad parece inherente al mundillo. Dependan de ayudas o del mercado. El escritor Suso de Toro se reconfortaba pensando que el público sostenía a los autores. "Esto está tocando a su fin. Estamos encajando la crisis del mercado de papel y todavía no existe el mercado nuevo digital". Ante la incertidumbre, se plantea retomar su trabajo en un instituto.
Dineros polémicos- Sangre de mayo. La película de José Luis Garci recibió 15 millones de euros de la Comunidad de Madrid. Es la subvención más generosa recibida por un filme español. Garci aseguró que habría necesitado seis millones más: "Es una superproducción de bajo presupuesto".
- España, sueño imposible. La Diputación de Castellón, en manos de Carlos Fabra, financió en 2008 la edición de un libro que ensalzaba a Franco escrito por José Luis Lapeña, un coronel de artillería retirado que falleció antes de que el libro se publicara. El diputado de Cultura, Miguel Ángel Mulet, adujo que "debe existir información en todos los sentidos".
-Cúpula de la ONU. La obra de Miquel Barceló para la sala XX de la ONU en Ginebra costó 20,35 millones de euros (18,5 millones iniciales más una desviación presupuestaria del 10%). Una pequeña partida de 500.000 euros salió de los Fondos de Ayuda al Desarrollo, justificada por su contribución a la promoción de los derechos humanos y el multilateralismo.
-El proyecto intercultural de Kepa Junkera. El anterior Gobierno vasco (PNV-EA-EB) subvencionó al músico Kepa Junkera con 700.000 euros (470.000 euros salían de las arcas de Asuntos Sociales, que justificó su decisión porque el proyecto coincidió con su impulso a las políticas de interculturalidad, inmigración y emigración). En un manifiesto suscrito por unos 250 artistas, se denunciaban los criterios "arbitrarios" y "escandalosos" seguidos para otorgar estas subvenciones.
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